Luisa Gastelum nació en México, pero desde hace 11 años vive en Mendoza, tiene 32 años y está enamorada de la provincia y de sus costumbres, pero no olvida sus raíces: " Se vive de una manera particular. Es una fiesta, un carnaval".
A pesar de tratarse de dos historias nacidas en diferentes países, se únen por el recuerdo de familiares fallecidos entre 1 y 2 de noviembre.
Luisa Gastelum nació en México, pero desde hace 11 años vive en Mendoza, tiene 32 años y está enamorada de la provincia y de sus costumbres, pero no olvida sus raíces: " Se vive de una manera particular. Es una fiesta, un carnaval".
"Nací en Sonora, cerquita de la frontera con Estados Unidos, pero nuestro pueblo y cultura es muy diferente a las de ese país", empezó relatando Luisa y, luego comenzó a recordar su niñez, punto denominador de tantos mexicanos que viven ese momento de la vida con un aura muy especial: "En el Día de Muertos en México tengo muy bonitos recuerdos de mi infancia. Comúnmente el primero de noviembre en el Día de Todos los Santos íbamos a velar en el panteón, llevábamos la ofrenda de lo que le gusta o lo que le gustaría que compartiera en el cielo, así lo decíamos de chiquititas".
"Cuando nosotros íbamos era súper divertido y encontrabas a todo el barrio ahí en el panteón en una misma onda. Se trataba de recordar, contábamos y nos contaban historias. A veces a algunos antepasados les llevábamos cerveza y de repente la cerveza estaba abierta, como niños lo vivíamos de una manera tan linda. Esa mística en el contacto de los dos mundos", narró Luisa.
La película Coco se estrenó en el 2017 y sirvió para cambiar la visión de las personas en todas partes del mundo: "Nuestra costumbre es como se muestra en la película "Coco" donde todo se llena de flores, de velas y eso es algo que ha quedado desde las culturas originarias. Más allá de que no había un día específico, la ofrenda es para ayudar en la batalla que iba a tener la persona para cruzar el río. La película muestra un sincretismo - una combinación de distintas teorías, actitudes u opiniones - que me parecen muy interesantes".
La cultura mexicana tiene una convivencia cotidiana con la muerte, y se asocia con situaciones cómicas y fársicas: "Se vive una manera particular y en Oaxaca hay más de 30 comunidades originarias, se hablan un montón de idiomas entonces creo que es muy bonito poderlo vivir. Es una fiesta, un carnaval".
La mexicana que adoptó a Mendoza también narró: "La gente está super predispuesta a contar, a relatar sus vivencias, a compartir la muerte como una etapa más de la vida". Y también contó una tradición que comparten: "Yo tengo muchos amigos y amigas que usan mucho la mesita de los rituales o tienen algunos talismanes o sus velitas. Es como un tapanco (suelo de tablas formado en alto sobre una armazón) así chiquitito".
"Yo entiendo que es muy subjetivo, depende de cada familia, de cada persona y de cómo conectamos", concluyó Luisa Gastelum.
Al igual que las celebraciones en México, la comunidad boliviana en Mendoza aprovecha este día para recordar a sus familiares fallecidos. Reuniones, visitas a cementerios y alimentos como forma de atributo en honor al más allá, son los rasgos más característicos del evento.
Para comprender más de este suceso, Sitio Andino conversó con Yolanda Noguera, una mujer oriunda de Potosí que vive en la provincia desde hace 40 años y aún lleva adelante la festividad tradicional conocida como el “Día de Todos los Santos” que dura 2 días.
De acuerdo con su testimonio, el evento comienza por el armado del altar el primer día de noviembre antes de las 12 del mediodía: "A la hora del almuerzo llegan las almas. Hasta ahí todo tiene que estar preparado con las cosas que a él o ella le gustaba mientras estaba vivo", es decir sumar un plato favorito u otras que le gustaban al difunto en vida.
Pero lo más característico del evento son los muñecos de pan animados que son infaltables en el altar que, según Yolanda, son creados para recibir a los ángeles: “De chiquita me dijeron que armar las Tantawawas (bebés de pan) es para recibir a los ángeles que llegaron el 31 de octubre. Sólo es para simbolizar su llegada”.
También agrega que se pueden jugar con formas variadas, como muñecos de pan grandes que simbolizan un recuerdo de la persona fallecida. En este sentido figuras como autos, animales y otros objetos se suman a la decoración final: “Es para que cuando el alma llegue no le falte nada. Es decir, quizás en su casa tuvo animales, como perros, gallinas o burros, y cuando llegue después de la muerte vuelve a ver todo lo que tuvo en vida”, afirma Yolanda.
Pero las más importantes son las figuras de las palomas y las escaleras, las cuales se relacionan con el cielo, por un lado, con el vuelo y el otro como una herramienta para bajar o subir desde las alturas. De la misma forma, se cree que la persona fallecida logra ascender y descender desde el más allá con estos alimentos simbólicos.
Cuando se trata de definir el lugar para montar el altar, señala que: "Por costumbre se hace en la vivienda del difunto. Allí sus hijos o familiares se reúnen. Pero en caso de haber muerto fuera de ella, algunos lo hacen sobre su tumba”.
Como si fuera poco, existe una simbología llamativa entorno a la vida privada del difunto. En el caso de que estuviera casado, la estructura del altar debe ser lo más alta posible y se debe utilizar un fondo de color negro, a excepción de los alimentos. En cambio, aquellos que permanecieron solteros debe ser de un tamaño menor y de un tono blanco.
Yolanda tampoco deja de lado, la parte religiosa, ya que considera que los rezos son una parte fundamental para eliminar todos los pecados que dejó la persona antes de morir: “Cuando decimos “perdona todos nuestros pecados” es para ayudar al alma para que se purifique. Para ellos siempre son tres rezos: 3 padres nuestros, 3 avemarías y 3 Glorias”, afirma.
Sin embargo, hay un motivo especial por el que se hace esto en cuanto a las cantidad de oraciones: “Siempre se rezan en números impares, porque al faltar un miembro de la familia termina siendo impar, como por ejemplo la familia de cuatro integrantes donde sólo quedan tres”, resalta la entrevistada.
Luego de recibir a las almas el primer día de noviembre, previo a la fecha siguiente, se comienzan a repartir todos elementos preparados: “En la noche del 1 de noviembre, similar a Halloween, la gente sale hacia la calle para recibir los dulces y masitas que se prepararon para esos días”, dice Yolanda, quien considera que es un buen momento para compartir con otras personas ajenas al fallecido: “Miran con atención las cintas colgadas afuera de cada casa y una vez que lo ven entran, saludan a las personas presentes y rezan por el difunto. Luego se sientan por una hora y reciben los alimentos preparados como un regalo”.
Llegado al día siguiente, con un menú organizado para el gusto de los invitados, debe estar preparado antes de las 11 de la mañana. Posterior a esto, se procede con el desarmado total del altar cerca del mediodía: “En ese día no tiene que sobrar nada. Todo lo que se puso sobre la tumba, como pancitos (Tantawawuas), dulces y demás, tienen que repartirse a toda la gente que pasó de visita", señala. Pero en caso de quedar algunos restos de comida, deben ser quemados y las flores deben ser llevados hacia el cementerio.